POR EL AMOR DE UNA MUJER

jueves, 13 de enero de 2011

¿GARZON O PINOCHET?


Golpeo el teclado, mientras se entretienen los libreros, sacando cuentas de lo que anoche le endilgaron a los que saben de todo menos de libros.
Si un Nathaniel Hawthorne estaba a mil pesos, al lado de un Tres Tristes Tigres de Guillermo Cabrera Infante, y no lo llevaban por lo barato, es que no saben nada de nada…
Afuera, por mientras un vendedor de Origamis, que echaba a volar palomas mensajeras, entre un centenar de cometas, le contaba a la gente, que ese arte no lo aprendió viendo la tele…
Ahora el vendedor de café se abanica entre las mesas cojas, que se equilibran sobre una alfombra remendada, mientras los sueños de los que escriben y no han publicado, se mezclan con las ínfulas de los que bajan del estrado, cocorocos, sacándose fotos firmando ejemplares de sus primores, en tanto que un organillero como chancho en misa, le daba de comer al loro verde selva, que es explotado “ lo mesmo que una res”, sacando galletitas de la fortuna de un cajoncito, en cuyo interior está la vida misma en forma de oráculos, que alguna vez se cumplirán.
Vuelven de nuevo las viejas lectoras de más viejos escritores, que juntan y juntan publicaciones, columnas y cartas al diario, que hoy son noticia y mañana cenizas, y ni eso a veces…
También los novedosos intelectuales de lentes al aire, que anoche soñaron con la literatura, y le hicieron el amor, escribiendo prólogos incendiarios, que se diluyen en la página dos, salvo uno de mil, que habla con el corazón…
Me llama la atención una pluma en ristre, que anota en un rincón en su cuaderno mental, como todos los años en esta misma fecha, y registra hasta las migas que caen de las mesas, por mientras una viejecita, igual a las de los Beverly Ricos, va sacando de una cartera una interminable lista de refranes, y los estaciona en un mesón, y con un chocolate como anzuelo estimula la memoria , cual un rito, de longevas damas viñamarinas, para que le surtan de paradojales frases, que encierran un misterio, hasta que se cumpla la profecía.
Los bañistas trasnochados de la tarde, que buscan en un comic disimular la dureza del colchón de la cama de pensión, la abuela que carga un libro para colorear, el heredero de un italiano, que inventando cuentos saca a relucir el ancestro, ofreciéndolos como una mercancía en el stand más alejado de la puerta, me recuerda a García Márquez, cuya vida en sí es una novela, cuando gritaba a las noches cartageninas su arsenal de leyendas costeñas, cobrando a un peso cada una…
Esta es la Feria, con un par de poetas en el escenario que a la salida me hablan por el micrófono de madrugadas frías, de amores no correspondidos, y de la quinta pata del gato. Pues ésos, esos son los que tienen la culpa, de que no se lea.
Córtenla, la gente quiere historias que nadie crea, utopías, sueños, no dolores, ni quejas…
Hasta mañana….ah, pero antes debo despedirme del ejemplar regalón de la Feria, el libro escrito por el Juez Garzón, que lleva tres años en un stand, a manera de cábala, y no se lo llevan ¿será por el Juez o por Pinochet?....

Publicado por Eduardo Osorio.